Esp. Martha Mendoza - Redactora: Alejandra Santacruz
Ante esta inquietud, se encuentran con la respuesta común, y frecuentemente poco informada, de: “es solo una etapa”, “es normal”, “cuando crezca pasará”.
Estas repuestas hacen cuestionarnos, si quizá no estamos exagerando, si de verdad será algo pasajero o si somos nosotros, los padres, quienes somos incapaces de lograr hacer que nuestro niño coma.
En este artículo, además de enlistar algunas señales de alarma que pudieras observar en el proceso de aprender a comer, quisiera compartirte que en el 99.9% de los casos en lo que los padres perciben que su pequeño está teniendo dificultades para aprender a comer, hay algo que puede modificarse para aliviar esas dificultades. Pues con el simple hecho de comprender mejor, cuál es el proceso normal y contar con un apoyo profesional durante este gran reto en el aprendizaje de nuestros hijos, el camino puede ser mucho más fácil.
Ante la duda, la respuesta es: “Sí”. Si tienes dudas, inquietudes o sencillamente el sexto sentido te dice que anda algo mal, pide ayuda a un profesional de la alimentación.
Si aun así te sigues preguntando que comportamientos, puedes observar que sean indicadores. Es importante empezar mencionando que las conductas y comportamientos de un pequeño son siempre reflejos de algo más profundo. Es tal cual como cuando no quieren comer, no disfrutar de comer o no comer lo “suficiente”. Eso refleja que hay algo más que está pasando en el sistema.
Comer es un proceso profundamente complejo, en donde los aspectos fisiológicos, motrices, sensoriales, la etapa de desarrollo, el aprendizaje, las experiencias social- emocionales y el estado nutricional del niño, se interrelacionan profundamente y dependiendo de cuál o cuáles estén afectados, serían el tipo de conducta que podrías estar observando.
Mencionaremos algunas de las conductas más frecuentes que podrías observar según el área afectada. Sin embargo, es importante saber que estas conductas no son exclusivas y frecuentemente se interrelacionan.
Según la etapa de desarrollo, el reto conductual al que podríamos enfrentarnos es distinto, por ejemplo:
En el caso de un bebé menor de 2 años, podríamos observar un bebé que si toca, si prueba, si intenta, pero dura muy poco en la silla, o termina llorando y tirando todo de su mesita. Si la dificultad tiene más tiempo, podríamos observar completo desinterés y ansiedad para sentarse en la silla alta o rechazo a la cuchara.
Mientras que en un pequeño mayor de 2 años, observaríamos un pequeño que muestra enojo, empuja, hace rabieta y exige distractores, y así mientras el proceso cognitivo y la personalidad se desarrollan, una dificultad se puede volver parte de la identidad del pequeño e involucrar en mayor profundidad aspectos sociales y emocionales.
Ten en cuenta que:
Los impactos sociales y emocionales podemos verlos claramente en la presencia de la ansiedad y la dificultad de disfrutar el momento de comida en familia, tanto por parte de niño o niña como de los cuidadores. Más adelante, la dificultad de estar presente en eventos sociales o para salir de casa.
Entre más antigüedad tenga una dificultad para comer no atendida, podríamos ver relaciones afectadas entre padres e hijos, o incluso los mimos padres.
Así que frente lo anterior, algunas de estas conductas pueden relacionarse con el desarrollo normal del aprender a comer de todos los niños. Eso si, cuando identificamos más de un caso aislado de estas conductas o la presencia frecuente de estas, debes tener claro que la dificultad no pasará por si sola.
Así que, es necesario pedir ayuda. El apoyo para resolver una inquietud con un profesional será siempre la mejor alternativa para tu bebé. En CRECE te podemos brindar una asesoría personalizada de alimentación.
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